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Lunes, 01 Mayo 2017 06:01

Controlando la llegada de nuevos patógenos

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La OIE tiene a un total de diez enfermedades calificadas como de alto riesgo y que afectan a los peces. En tanto, en el país solo tenemos una. El virus ISA. ¿Cómo nos estamos protegiendo de la llegada de nuevos virus o bacterias?

En charlas, seminarios u otros, la mayoría de los integrantes del sector salmonicultor se han enfrentado al gráfico que relaciona la evolución productiva de peces de Chile con la sucesiva aparición de patógenos. En 1986, y a medida que aumentaban las cosechas, la primera en ser detectada fue la Enfermedad Bacteria del Riñon (BKD). Diez años más tarde sucedía lo propio con el IPN, mientras que en 2003 se confirmaba la presencia de Vibriosis. Claro, las enfermedades antes mencionadas, junto con otras que fueron apareciendo, pertenecen a las Listas 2 y 3 que elabora la Organización Internacional de Salud Animal (OIE) y su incidencia productiva no es de consideración. Pero todo cambió en 2007 con el violento brote de una enfermedad posicionada en la Lista 1: el virus ISA. Las consecuencias sociales y económicas son ampliamente conocidas.

Al respecto, y aún cuando tanto científicos como expertos no lograban comprobar en sus investigaciones si el virus tenía capacidad de transmitirse verticalmente, salvo un excepcional estudio que generó discrepancia internacional, existe una tendencia a considerar  que pensar   de  científicos y expertos determinaron que –dado que se puede transmitir verticalmente– el virus ISA llegó a Chile a través de ovas importadas desde países que ya tenían el patógeno. Entonces, las primeras medidas que adoptaron las autoridades nacionales para el control del ISA se relacionaron con la exigencia de screenning o análisis al material biológico que llegaba al país. A mediados de 2011, en tanto, una nueva resolución estipuló restricciones adicionales a las ya existentes previamente para la importación de material biológico con el objetivo “de proteger el patrimonio sanitario del país”. Allí se estipula que los países o empresas que deseen traer ovas al país, debían ser sometidos a una exhaustiva evaluación sanitaria de riesgos. En pocas palabras, si los interesados tenían hallazgos o antecedentes de los patógenos en las listas 1 o 2, el acceso de su material genético se vería altamente restringido. Al final, solos dos países del grupo que estaba autorizado hasta esa fecha terminaron cumpliendo con todos los requisitos: Islandia, con ovas de salmón Atlántico; y Dinamarca, con truchas arcoíris (ver Gráfico 1). Por razones productivas, sanitarias y comerciales, la importación de ovas ha venido bajando sostenidamente.

Diseñar en tiempos de paz

En general, se reconoce la efectividad que han tenido a la fecha los sistemas de vigilancia implementados por el país, sin embargo, entre los actores del sector salmonicultor persiste la pregunta respecto de si aún tenemos espacios de mejora para evitar que en el futuro lleguen a nuestras aguas temidas enfermedades como la Infección por alfa virus de los salmónidos (PD), la Septicemia hemorrágica viral (VHS) o la Necrosis hematopoyética infecciosa (IHN), que en naciones como Noruega o Canadá causan desde pérdida de competitividad a eliminaciones de todos los planteles de peces. “Tenemos que seguir avanzando. Debemos enfocar de mejor forma la prevención del riesgo ya que, actualmente, encontrar una nueva enfermedad es muy difícil”, dice el gerente general del Intesal, Alfredo Tello, quien asevera que en 2013 encargaron un estudio sobre el tema a la Universidad de California, Davis (Estados Unidos), trabajo que fue liderado por el epidemiólogo Andrés Pérez y actual académico de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos). Al respecto, este último asevera que “muchos países carecen de programas que sean basados en riesgo, por lo que la sensibilidad de detección temprana de emergencias es cuestionable”. El científico agrega que “la fiscalización del cumplimiento efectivo de las normas es, sin duda, un gran desafío para todos los países”.

De todas formas, Pérez llama a diseñar proactivamente los planes de análisis de riesgo “en tiempos de paz, para poder implementarlos activamente ante la emergencia. No es buena idea trabajarlos en tiempos de guerra. A menudo, los programas de vigilancia declaman esos objetivos pero, en la práctica, se limitan a implementar mecanismos de detección (cultivos o PCR) de patógenos conocidos”.

Tomando como base algunas de las observaciones entregadas por el epidemiólogo, en enero del presente año, el Sernapesca publicó una nueva versión de la norma técnica donde se detallan los nuevos requisitos para la importación de especies vivas, se solicitan nuevos certificados y se detallan de mejor forma los procedimientos durante la cuarentena. “Para evitar el ingreso de patógenos no presentes en Chile, la importación de ovas es lo más importante y hoy estamos muy fortalecidos”, asevera la subdirectora de Acuicultura de la entidad, Alicia Gallardo, quien agrega que hoy se están controlando los riesgos a través de la “vigilancia clínica, molecular y de veterinarios”.

Se puede destacar que Sernapesca no solo se ha quedado en las inspecciones a las ovas. También está vigilando otras áreas. Una de ellas son los wellboat que vienen desde otros países a trabajar en las aguas australes “ya que podrían tener residuos o biofilms que pudiesen ser portadores. El año pasado llegó una nave nueva y le hicimos todas las pruebas”, recalca Gallardo. A su vez, la autoridad señala que redoblarán sus esfuerzos de comunicación y fiscalización al momento de realizarse congresos internacionales, dado que algún científico “podría ingresar un patógeno al país por curiosidad. Para estudiarlo”.

De igual forma, resalta la actitud proactiva que ha adoptado Sernapesca en diferentes situaciones. Por ejemplo, cuando se realizó un hallazgo de VHS en un centro de reproductores silvestre de la especie Cyclopterus lumpus, conocidos comúnmente como “lumpo” o “pez limpiador”, que se mantenían en la Piscicultura Hafro Grindavík, de propiedad del Gobierno de Islandia y ubicada en la costa sur oeste de dicho país, rápidamente se cerraron las puertas para las ovas de salmónidos que procedían del mencionado país escandinavo. Solo se volvieron a abrir varios meses más tarde y luego de una rigurosa inspección in situ de las autoridades chilenas.

¿Qué vigilamos?

En Chile se reconoce la experiencia y conocimiento alcanzado por las autoridades y personal del Área de Salud de las salmonicultoras para detectar oportunamente ISA, pero “si no conoces las nuevas enfermedades o no estás bien capacitado, es difícil poder diagnosticarlas en el momento preciso”, dice el gerente Técnico de FishVet Group, Cristhian Ortiz.

El gerente general de ADL Diagnostic Chile, Patricio Bustos, está de acuerdo con la afirmación anterior, argumentando que “siempre estará vigente un riesgo sanitario inherente a la transmisión de patógenos vía ovas pues no podemos generar controles ni exámenes sobre patógenos que desconocemos (aquí y en los países importadores), ya que podrían estar presentes en esos otros ambientes y potencialmente expresarse en nuestro medio. Las políticas nacionales restringen de manera efectiva los patógenos conocidos, las restricciones de importación en Chile están basadas en análisis de riesgos y objetivos precisos, pero es necesario consignar que hoy no se contempla como objetivo el “riesgo 0” pues para eso la frontera debería estar totalmente cerrada para las ovas, en este caso se concilia la protección nacional con los acuerdos y tratados comerciales. No obtante, es importante considerar que la entrada de patógenos no es exclusivamente a través de la importación de ovas, aunque es la principal”.

Por lo anterior, se resalta la necesidad de que el país pueda contar con monitoreos oficiales estrictos y las mejores y más modernas metodologías analíticas, de manera de confirmar científicamente la presencia o ausencia de patógenos de alto riesgo y que, al mismo tiempo, se mantenga una activa capacitación de los responsables de la vigilancia sanitaria, a todo nivel, de manera que nos permitan identificar de forma oportuna patógenos cuya expresión pueda ser conocida (pues está publicada), así como aquellas condiciones nuevas o mutadas cuya información es mínima o nula, y que igualmente representan un riesgo para nuestra industria. Esto debe estar en equilibrio con las medidas implementadas, sin que exista una sobrereacción normativa en donde el costo sea mayor al beneficio. La sustentabilidad de la industria tiene que ver con el estar bien fortalecidos e informados en esta materia, pero también con el tener medidas costo-efectivas”, agrega Bustos.

Enfermedades emergentes

Las enfermedades infecciosas emergentes corresponden a infecciones de aparición reciente en una población o aquellas cuya incidencia o rango geográfico se incrementa rápidamente. Por otro lado, las enfermedades infecciosas reemergentes corresponden a infecciones que han reaparecido, después de una significativa disminución de su incidencia. Corresponden a enfermedades registradas previamente, las cuales incrementan en incidencia, distribución geográfica o huésped.

¿Son para preocuparse? “Si. Por ejemplo están las endémicas, como el BKD, que ha aumentado su incidencia en la Región de Magallanes. De hecho, estamos haciendo un programa para proteger esta área, estudiando su epidemiología para poder tomar medidas”, comenta Alicia Gallardo. Sobre este tema, se asevera que al no utilizar antibióticos, se expresan otros patógenos que en regiones como la de Los Lagos o Aysén no se expresan con tanta fuerza. Además del BKD, también puede aflorar Vibrio ordalli o Aeromonas y Tenacibaculum maritimum.

El director del Laboratorio de Patología de Organismos Acuáticos y Biotecnología en Acuicultura de la Universidad Andrés Bello (UNAB), Dr. Rubén Avendaño Herrera, también muestra su preocupación por el tema y lo ejemplifica con que, recientemente, “publicamos un estudio donde damos cuenta de un serotipo O2b de Yersinia ruckeri, que afecta a salmón coho. Esto nos permite concluir que no estamos preparados del todo ya que la vacuna existente no cuenta con este serotipo y menos que fue desarrollada para este salmónido”.

La Inflamación del Músculo Esquelético y Cardiaco (HSMI) es otra de las enfermedades emergentes y que en otros países se presenta con mortalidades asociadas. “¿Qué puede hacer un laboratorio que no conoce la signología clínica? Ahí es donde se requiere de la asesoría de especialistas internacionales ya que es muy común en industrias de otros puntos geográficos”, dice el gerente general de FishVet Group, Javier Moya. Este especialista puntualiza que, dado los efectos que posee el patógeno en el mar, “se hace necesario tener un plan de vigilancia desde la fase de agua dulce”.

Medidas adicionales

Las autoridades chilenas han sido claras. Según los acuerdos internacionales de comercio suscritos por nuestro país, no se puede cerrar la frontera a ovas que cumplen con los requisitos dispuestos en la normativa. Teniendo ese “flanco” abierto, son pocas las alternativas para controlar el ingreso y diseminación de nuevas patologías. Pero las hay.

Una de las primeras medidas en las que se llama la atención es “restringir el movimiento de los peces durante la fase de agua dulce”, dice el Dr. Avendaño. El especialista expone que estos múltiples traslados hacen “que las bacterias se vayan mezclando y que incluso se puedan generar superbacterias”.

Andrés Pérez va un poco más allá. Para este epidemiólogo se deberían crear unidades productivas para cada región, donde cada una se autoabastezca. “De esta manera, el impacto de eventuales emergencias queda confinado a ciertas áreas”, puntualiza.

Por cierto, también se encuentra la posibilidad de seguir mejorando el modelo productivo. “Islas Faroe es el país más rentable en la producción de salmónidos. A ellos también les afectan patógenos pero tienen su producción mejor distribuida en el tiempo y el espacio. De esta forma, los patógenos no llegan a tener un impacto. No se expresan. Es una cosa de mantener los equilibrios”, comenta Patricio Bustos. Se estima que durante los primeros días de marzo la autoridad publicará una nueva normativa que permitirá disminuir la presión productiva sobre el ambiente. Por mientras se recomienda estar siempre alertas.

GRÁFICO 1

Evolución de la importación de ovas de salmón Atlántico y trucha, 2011-2016, en millones.

 

Fuente: Sernapesca.

CUADRO 1

Enfermedades de temer

Las siguientes enfermedades se encuentran en la Lista 1 de Enfermedades de Alto Riesgo (EAR), según Resolución 1741/13 de la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura y, por lo tanto, se encuentran sujetas a medidas de vigilancia oficial.

Infección por alfavirus de los salmónidos

La infección es producida por cualquier subtipo del género Alphavirus (SAV1–SAV6), perteneciente a la familia Togaviridae, que se puede manifestar como enfermedad pancreática (PD) en salares o enfermedad del sueño (SD) en truchas.

Se transmite de forma horizontal y los principales reservorios son peces infectados clínicamente enfermos o que se han recuperado de la enfermedad.  No se ha comprobado la transmisión vertical.

Síndrome cardiomiopático (CMS)

Síndrome cardiomiopático (CMS), es una enfermedad viral causada por el Piscine Myocarditis Virus (PMCV), perteneciente al Género Totivirus de la Familia Totiviridae.

Presenta transmisión horizontal en salmón Atlántico. PMCV es capaz de transmitirse a través del agua e infectar a peces que cohabitan un espacio, posiblemente a través de superficies mucosas.

Necrosis hematopoyética epizoótica (EHN)

La necrosis hematopoyética epizoótica es la infección sistémica clínica o subclínica de peces causada por el virus de la necrosis hematopoyética epizoótica (EHNV), del género Ranavirus perteneciente a la familia Iridoviridae.

El EHNv se ha transmitido en forma horizontal entre centros de cultivo de trucha arcoíris a través de alevines infectados y probablemente mediante el agua de transporte.

No se dispone de información sobre la posible transmisión vertical del virus, en la superficie o el interior del huevo.

El virus puede diseminarse por el movimiento de peces vivos infectados o su mortalidad, equipamiento contaminado o agua contaminada.

Necrosis hematopoyética infecciosa (IHN)

Afecta a la mayoría de las especies salmónidas tanto en agua dulce como marina y está causada por el rabdovirus denominado virus de la necrosis hematopoyética infecciosa (IHNV). Las principales consecuencias clínicas y económicas tienen lugar en centros de cultivo de trucha arcoiris, donde los brotes pueden dar lugar a mortalidades muy altas.

La transmisión es horizontal desde peces clínicamente enfermos y portadores asintomáticos. El virus se excreta en heces, orina, mucus y fluidos sexuales. Se han registrado casos de transmisión vertical aunque se discute la presencia viral en el interior del huevo o en la superficie de éste.

Septicemia hemorrágica viral (VHS)

Es causada por el Virus de la Septicemia Hemorrágica Viral (VHSV), sinónimo: virus Egtved, perteneciente al Género Novirhabdovirus de la Familia Rhabdoviridae.

Principalmente de forma horizontal por el contacto con peces infectados y agua contaminada. El virus se excreta por la orina y también a través de líquidos reproductivos. No existe evidencia de transmisión vertical verdadera.

Fuente: Sernapesca.

CUADRO 2

Las cinco de la OIE

La Organización Mundial de Salud Animal (OIE) aboga por un mundo que goce de seguridad y protección frente a la liberación accidental o deliberada de agentes patógenos de los animales, incluidas las zoonosis.

Según la entidad, una estrategia apropiada para la reducción de las amenazas biológicas abarca cinco áreas clave. Estas son:

-Liderazgo en los conocimientos y en la elaboración de normas y directrices.

-Buena gobernanza, refuerzo de competencias e implementación del concepto “Una sola salud”.

-Información zoosanitaria y actualizaciones de los métodos más recientes de prevención y control de enfermedades.

-Cooperación internacional y solidaridad entre países.

-Apoyo y comunicación

 

CUADRO 3

Una sola salud

Cuando hay un comercio internacional intenso, y se hace más difícil poner una barrera que impida el ingreso de patógenos, es mejor pensar el vivir con ellos. Bajo esta premisa nació el concepto “Una sola salud”, el que fue introducido a comienzos de la década de 2000, resumiendo en pocas palabras una noción conocida desde hace más de un siglo, a saber que  la salud humana y la sanidad animal son interdependientes y están vinculadas a los ecosistemas en los cuales coexisten.

Uno de los que más conoce este concepto es el epidemiólogo Andrés Perez, quien trabajó con el autor ideológico de “Una sola salud”, y reconoce que “puede ser muy poderoso, pero también puede ser una cascara vacía de contenido y convertirse simplemente en un slogan con impacto en marketing, pero sin aplicación práctica”. Para que no suceda lo anterior, “es necesario el desarrollo de equipos multidisciplinarios que entiendan la aplicación y las implicancias prácticas, al mismo tiempo que manejan una sólida base científica”. Este científico apunta que “el tema del uso de antibióticos es un ejemplo interesante. Su uso afecta, potencialmente, a la salud de los salmones, del medio ambiente y del público. La regulación y restricción de su uso tiene que estar acompañado de medidas que ayuden a los salmonicultores a mantener niveles de producción y ganancia similares a los actuales. Solo en ese punto todos los actores estarán de acuerdo en su control y reducción”.

Finalmente, Pérez resume que este concepto, “en definitiva, nos ayuda a ser mejores, construir una industria más fuerte y sustentable, al mismo tiempo que cuidamos nuestro ambiente y la salud de los consumidores”.

 

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